jueves, 5 de julio de 2007

Dolor y Fragilidad del cuidado


«El dolor es un acabado suplicio, el peor de todos los males; y cuando es excesivo acaba con toda paciencia»
(Milton)

El conocimiento del dolor figura en toda la historia de la humanidad lo mismo que la lucha del hombre contra él. La humanidad ha dedicado desde sus primeros tiempos a soslayar su fuerza y el tratamiento del dolor ha puesto en prueba la agudeza diagnóstica y la habilidad terapéutica de los médicos de todos los tiempos.

Pensando un poco en este tema me he dado cuenta que todas las personas sufren un determinado impacto al encontrarse frente a frente con el dolor, unas al sentirlo y otras al ver como la otra lo siente, bueno la respuesta de las primeras es comúnmente la misma, pero la conducta que tomaran las segundas puede ser muy variada, es decir existen personas que temen encontrarse con este tipo de situaciones y las evitan por ejemplo al encontrarse con un accidente en el hogar o en la calle, por pequeño que este sea prefieren tomar distancia y simplemente esperar a que los otros reaccionen o incluso se alejan para evitar totalmente la situación. En cambio hay otro tipo de personas que prefieren involucrarse con lo ocurrido e intentan ayudar de la forma que les sea posible.

Bueno yo creo que de esto depende nuestra vocación, de la intención que tenemos -por naturaleza- de ayudar a otros a aliviar su malestar y para lograr esto comprendemos que para ayudar a los pacientes no es suficiente la buena voluntad , sino que es indispensable instruirse e informarse para ser realmente útil y eficazmente competente. Esto es a lo que estamos dispuestos para ser unos profesionales y entendemos que para lograrlo tendremos que sacrificar mucho tiempo libre, pero también entendemos que los resultados de nuestro trabajo determinaran nuestros logros profesionales.
Como futuros enfermeros comprendemos que nuestra identificación con los sentimientos y creencias de los pacientes, con sus angustias y tormentos nos hará sentirnos involucrados profundamente dentro del medio humano al que pertenecemos y nos hará fortalecer nuestra personalidad y a entender la dignidad de la persona humana.

Es fundamental aceptar que nada está por encima del respeto al derecho a la vida, a la integridad y dignidad del enfermo. Durante muchos siglos la relación médico-paciente se basó en el principio de beneficencia y no maleficencia. En él se enunciaba la necesidad de buscar siempre el bienestar del paciente aun contra su voluntad y siempre sin contar con ella. El médico decidía por el enfermo y el valor fundamental de la práctica médica era el bienestar del paciente y las acciones que se realizaban eran correctas si conducían a su bienestar Este principio ha ido siendo complementando y en cierta forma reemplazado por el principio de autonomía, que acepta que los pacientes son seres adultos y responsables que pueden tomar sus propias decisiones acerca de su salud y de su enfermedad. Finalmente ha aparecido un tercer principio que es el de justicia, que nos hace caer en la cuenta que no somos seres aislados, sino que hacemos parte de una sociedad en la que debe haber justicia para la distribución de los recursos. Los principios de beneficencia, de autonomía y de justicia son el fundamento de la bioética.

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